Desde 1997, conmemórase ese día
en recordo da destrución da Biblioteca de Sarajevo, incendiada no ano 1992
durante a guerra dos Balcáns.
Esta celebración, naceu para
trasladar a todos a importancia das bibliotecas
como lugar de encontro dos lectores de todas as idades coa cultura, coa lectura.
Ben sabedes que calquera celebración,
festa... ten o seu cartel e pregón. Esta
non ía ser menos.
Este ano, a redacción do pregón
correu a cargo da escritora Ledicia Costas, última gañadora do Premio Nacional
e do Premio Lazarillo. A realización do cartel a cargo da ilustradora Elena
Odriozola, tamén gañadora do Premio Nacional de Ilustración.
Tanto o cartel coma o pregón
difúndense en todas as bibliotecas de España.
Deixámosvos o cartel e o texto do
pregón
De seguido, poderedes ler o texto
escrito por Ledicia Costas:
Una
luciérnaga es una isla perdida en la noche más densa. Cien luciérnagas, una
constelación misteriosa que marca el rumbo hacia otros universos. Así, con esa
estrategia de luz, se organizan los libros que moran en las bibliotecas. Son
caricias fosforescentes que incendian los sueños y recomponen los corazones
grises hasta hacerlos recobrar su color rojo brillante. Cualquier individuo que
padezca el síndrome del corazón gris, debería ponerse en manos de un experto y
visitar una biblioteca.
Para escribir un libro, además de hacer malabarismos
con las palabras hay que ser una desvergonzada o un loco. Un atrevido, una
excéntrica descontrolada. Llevar un calcetín de lunares, otro de rayas y los
pelos de punta. Una cresta como las que lucen las cacatúas sería un peinado muy
interesante para un escritor. Solo las mentes más disparatadas son aptas para
escribir libros. Pero para custodiarlas no es suficiente con tener un desajuste
en los cables cerebrales. Es indispensable ser de fuera. Un extraterrestre. Las
bibliotecas albergan seres con antenas giratorias,
cerebros millométricos que memorizan títulos rebuscados, rimbombantes,
campanudos. Las personas que custodian libros siempre me han parecido criaturas
singulares. Están dotadas de extremidades retráctiles que estiran y estiran
hasta alcanzar aquel volumen al que parecía imposible acceder. A continuación,
como si nada, se recomponen y todo vuelve a su posición natural. Parecen seres
humanos, pero a poco que les observes percibirás que no son de aquí. Una de las
cosas que más me fascina de los bibliotecarios es su cerebro. ¡Me parecen tan
listos! Los libros fabrican pensamientos. Pasar tantas horas dentro de una
factoría de ideas es bueno para tener un corazón rojo y brillante y una cabeza
repleta de planes fantásticos.
Alguien me
han contado que el 24 de octubre es el Día de la Biblioteca. Sería genial
organizar una fiesta con confeti y pompas de jabón. Celebrarla por todo lo
alto. Me encantaría vestirme para tal ocasión como el personaje de algún libro,
sentarme en la mesa de una biblioteca de la ciudad donde vivo y esperar a que
fueran a visitarme. En las bibliotecas puedes ser quien tú quieras. Desde Mary
Poppins hasta Matilda, Atreyu, Drácula o incluso Pippilotta Viktualia
Rullgardina Krusmynta Efraimsdotter Långstrump. Puedes ponerte botas de pelo,
plumas, zancos y sombreros. ¡Sombreros! ¡Eso es! Imagino a una pequeña lectora
acercándose a mí discretamente, atraída por los colores y formas de mi
sombrero:
—Sombrerera
loca, ¡qué fiesta más maravillosa! ¿Sería tan amable de servirme una taza de
té?
Yo se la
serviría con mucho gusto, poniendo cara de mujer refinada, y luego ambas
haríamos ruido al tragar. Sonaría algo parecido a glup glup glup. Y antes de
que nos diese tiempo de romper a reír de forma desenfrenada, aparecería el
bibliotecario, como surgido de la nada, que para eso poseen la facultad de
materializarse delante de ti en el momento más inoportuno, y nos advertiría de
que las bibliotecas no son merenderos. Hay que reconocer que son únicos
custodiando tesoros. Extraterrestres con el corazón rojo y brillante. Qué cosa
tan extraordinaria. ¡Feliz Día de la Biblioteca!
Agora vótalle unha ollada a estas bibliotecas e seguro que hai unha que che gusta máis que as outras.
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